Cómo las redes sociales han cambiado el paradigma de la comunicación
El surgimiento de las redes sociales ha supuesto un cambio radical en la forma en la que la población general accede, consume, difunde e incluso genera información. Mientras en el anterior paradigma eran los medios de comunicación los que poseían el cuasi monopolio de la producción de noticias, ahora los usuarios y usuarias de las plataformas sociales son capaces de producir, compartir y difundir todo tipo de contenidos de manera trivial y sin restricciones.
No solo eso: las plataformas sociales han sustituido en buena medida a los medios de comunicación tradicionales (prensa escrita, radio y televisión) como fuente principal de información: según el Digital News Report 2022 (del Reuters Institute y la Oxford University), las redes sociales han ido desplazando a los sitios informativos en las preferencias de las audiencias más jóvenes.
Todo esto sucede en un contexto de posverdad, término definido por el diccionario de Oxford como la palabra del año en 2016 y se refiere a las circunstancias en que los hechos objetivos son menos importantes a la hora de modelar la opinión pública que las apelaciones a la emoción o a las creencias personales.
Qué implica el uso de las Redes Sociales como fuente principal de información
Todas las plataformas sociales pretenden que pasemos el mayor tiempo posible en ellas para así poder monetizar su uso. Una de sus estrategias para conseguirlo es promover la construcción de comunidades que agrupan a individuos con los mismos gustos, intereses y opiniones. A continuación, afianzan esas comunidades lanzando contenido que reafirme las opiniones de esos grupos: son las cámaras de eco, cámaras de resonancia mediática o burbujas digitales, caldo de cultivo perfecto para la propagación sin freno de las fake news.
Puesto que en las redes sociales las personas se relacionan principalmente con otras con los que tienen cierta afinidad (amistades, intereses, opiniones políticas o gustos comunes), las opiniones del grupo son constantemente repetidas y rebotadas hacia esas personas, reforzando sus sistemas individuales de creencias y creando barreras para opiniones discrepantes, discursos críticos o puntos de vista opuestos.
Las plataformas utilizan algoritmos que filtran y condicionan el contenido más relevante que se le ofrece a cada individuo (generalmente en función de sus intereses y prioridades, y los de sus contactos), pero además los algoritmos valoran, posicionan y validan los contenidos de acuerdo al alcance e interacciones que cada información obtiene, de tal manera que premia aquellas informaciones que se viralizan, independientemente de la veracidad de las mismas: se valoran más las noticias que más se difunden, entrando así en un bucle de retroalimentación.
Todo esto tiene por consecuencia que los individuos ven reforzadas sus opiniones y puntos de vista haciéndoles creer que son más ciertos y universalmente aceptados de lo que realmente son, puesto que las visiones personales son constantemente repetidas como un reconfortante eco continuo, del que se excluye cualquier nota discordante.
Las interacciones de las personas (a quien seguir) y la selección de contenidos personalizados (a qué temas damos likes) crean pues potentes burbujas digitales de información que aíslan intelectualmente a los individuos de la diversidad de puntos de vista alternativos o contrarios.